miércoles, 20 de agosto de 2008

EL CINE CANNÁBICO (1ª Parte)

Primero fue una pequeña calada, en los albores de la contracultura beatnik y el primer cine hippie. Luego vino una bocanada mayor, cuando llegaron a las pantallas la blaxploitation (producciones hechas para los negros de Estados Unidos) y los retratos de la sordidez drogota. Finalmente, la humareda ha sido tal que las referencias cinematográficas al cannabis se han colado por las rendijas de las producciones de Hollwood, incluidos los productos más o menos familiares. Así, en estos momentos, coinciden en las pantallas de Estados Unidos dos películas con fuerte olor a canuto: Pineapple express, una comedia criminal protagonizada por un fumeta y su camello, y The Wackness, con Ben Kingsley haciendo de psicoanalista emporrao.

Ambas películas, que llegarán a España a finales de año, demuestran cómo lo que antes era un tema tabú, acaso motivo de mensajes moralistas, es hoy algo habitual. Se puede hablar de un cine hecho por y para fumados, sin que ello suponga un delito por apología del consumo de drogas.
Incluso un medio tan mojigato como la televisión ha visto el filón y lo explota a través de productos como la serie Weeds, estrenada con relativo éxito en 2005, que cuenta la historia de un ama de casa que vende marihuana para pagar las facturas.

Pero no hay que dejarse cegar por el humo. Para conocer los orígenes de todo este fenómeno es necesario volver muchas décadas atrás. Una buena brújula podría ser el documental Grass (Marihuana, 1999), que recorre la historia de la prohibición de la hierba desde un punto de vista desenfadado, con profusión de colores chillones y la voz arrastrada de Woody Harrelson, ferviente defensor de la despenalización de esta droga (se sospecha también que su padre fue un matón a sueldo de uno de los principales clanes de tráfico de marihuana en América). La película cuenta y muestra cómo Louis Armstrong y Cab Calloway se ponían bastante y hasta le dedicaban canciones al tema,
como el clásico de Calloway Reefer man (El hombre del canuto).

Pero llegó la Depresión del 29 y, con ella, la Ley Seca. La marihuana se convirtió en un sustituto del alcohol. Al mismo tiempo, creció la tensión hacia los inmigrantes mexicanos, principales consumidores de la sustancia. Y, para completar la jugada, apareció en escena William Randolph Hearst -el hombre que inspiró Ciudadano Kane, propietario de varios periódicos y con intereses económicos en las plantas productoras de papel a partir de la celulosa de los árboles-, preocupado por las posibilidades del cannabis como fuente alternativa de papel.

El caso es que la marihuana empezó a ser criminalizada. Y para ello se utilizó una de las herramientas más poderosas de la época, el cine. A través de docudramas de títulos como La locura del porro, La hierba del diablo o El asesino de la juventud se intentó convencer al público que el cannabis despertaba la violencia, empujaba a la prostitución y estimulaba las poluciones nocturnas.

La marihuana fue prohibida en Estados Unidos en 1937, pero no pasaron ni 30 años antes de que los jóvenes levantiscos empezasen a esgrimir sus porros como armas contestatarias. En este sentido, uno de los títulos emblemáticos es Easy Rider, canto de cisne del hippismo. Dirigida y protagonizada por Dennis Hopper en 1969, la película sigue al propio Hopper arreglando el mundo junto a unos fumadísimos Jack Nicholson y Peter Fonda. También la anda sonora acompaña, sobre todo con el tema de Fraternity of Man Don't bogart me y su estribillo: «No te hinques el canuto, amigo. / Pásamelo./ Y líate otro, / que sea como el de antes».

Fuente: El Mundo (Por Darío Prieto)

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