Pese a los esfuerzos de los ayuntamientos, concretados en ordenanzas antibotellón, en Galicia numerosos jóvenes continúan concentrándose en la calle para beber. En Santiago, cuatro mil personas se reunieron en la noche del jueves para celebrar en el llamado campillo de la Alameda el primer gran botellón del curso. Al día siguiente, los servicios de limpieza municipales retiraron de la zona 2.140 kilos de basura, fundamentalmente botellas, bolsas de plástico y vasos. Aunque se colocan varios contenedores en el recinto, se retiran vacíos cada mañana después de la fiesta.
El Ayuntamiento de Santiago dispone de la Ordenanza de Convivencia, que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública y que también prohíbe tirar al suelo o depositar recipientes de bebidas como latas, botellas, vasos o cualquier otro objeto. Sin embargo, las autoridades locales no han impuesto ninguna de las sanciones que contempla dicha ordenanza, que pueden ir de 100 a 750 euros. El Ayuntamiento ha venido siendo permisivo con la celebración de botellones en la Alameda, mientras mantiene un control estricto sobre otras zonas en el casco histórico y el ensanche para evitar la concentración de jóvenes que beben en la calle.
El Ayuntamiento aprobó esta misma semana la adjudicación provisional de una obra que supondrá el cierre por la noche de todo el recinto del botellón, que estará instalado a principios del 2009 y que se espera que traslade el botellón a otros puntos de la Alameda o del campus, próximos a donde se celebra ahora. Además, creó el Foro polo Civismo, que reúne a 60 personas que analizarán el botellón.
En A Coruña, el esfuerzo normativo tampoco está dando frutos. La ordenanza para regular la convivencia y el ocio en el espacio público, más conocida como ordenanza antibotellón, aprobada el 8 de julio para «permitir la convivencia» entre vecinos, en palabras de Nieves Vázquez, concejala de Medio Ambiente, Sostenibilidad y Movilidad, no ha conseguido erradicar el botellón, sino trasladarlo a otras zonas en las que su práctica no era habitual. El reglamento no prohíbe beber alcohol, ya que la Administración local no tiene esa facultad, que es competencia de las autonomías.
En virtud de la ordenanza, las plazas del Humor y de Azcárraga, lugares que albergaban a cientos de botelloneros durante el fin de semana, han pasado a ser las dos primeras en ser declaradas zonas de especial protección, en las que está prohibida la concentración de personas en el horario de descanso nocturno, de diez de la noche a ocho de la mañana. En vista de que las sanciones por el incumplimiento de la norma oscilan entre los 200 y los 3.000 euros, los bebedores nocturnos han optado por desplazarse en los últimos meses a otras zonas como los jardines de Méndez Núñez, la calle Durán Loriga, la Maestranza y las proximidades de la iglesia de San Pablo.
En Pontevedra, en cambio, el cumplimiento de la normativa es escrupuloso, tal y como refieren vecinos, policía y políticos. Desde su entrada en vigor, la ciudad habilitó en el recinto ferial un botellódromo en el que se tolera el consumo de alcohol. Si el viernes había cerca de doscientos jóvenes, un sábado la cifra se puede multiplicar por diez. Manuel Omil, portavoz del cuerpo municipal, subrayó que los jóvenes cuando son informados de que no se puede consumir alcohol en la vía pública y se les indica la existencia del botellódromo, no ponen ningún inconveniente. Incidió en que también se está llevando un control riguroso de los veinticuatro horas y, por el momento, las posibles sanciones son mínimas. Por su parte, los asiduos del botellódromo reclaman ahora una zona cubierta; el Concello tiene intención de habilitar unos toldos.
Fuente: lavozdegalicia.es
El Ayuntamiento de Santiago dispone de la Ordenanza de Convivencia, que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública y que también prohíbe tirar al suelo o depositar recipientes de bebidas como latas, botellas, vasos o cualquier otro objeto. Sin embargo, las autoridades locales no han impuesto ninguna de las sanciones que contempla dicha ordenanza, que pueden ir de 100 a 750 euros. El Ayuntamiento ha venido siendo permisivo con la celebración de botellones en la Alameda, mientras mantiene un control estricto sobre otras zonas en el casco histórico y el ensanche para evitar la concentración de jóvenes que beben en la calle.
El Ayuntamiento aprobó esta misma semana la adjudicación provisional de una obra que supondrá el cierre por la noche de todo el recinto del botellón, que estará instalado a principios del 2009 y que se espera que traslade el botellón a otros puntos de la Alameda o del campus, próximos a donde se celebra ahora. Además, creó el Foro polo Civismo, que reúne a 60 personas que analizarán el botellón.
En A Coruña, el esfuerzo normativo tampoco está dando frutos. La ordenanza para regular la convivencia y el ocio en el espacio público, más conocida como ordenanza antibotellón, aprobada el 8 de julio para «permitir la convivencia» entre vecinos, en palabras de Nieves Vázquez, concejala de Medio Ambiente, Sostenibilidad y Movilidad, no ha conseguido erradicar el botellón, sino trasladarlo a otras zonas en las que su práctica no era habitual. El reglamento no prohíbe beber alcohol, ya que la Administración local no tiene esa facultad, que es competencia de las autonomías.
En virtud de la ordenanza, las plazas del Humor y de Azcárraga, lugares que albergaban a cientos de botelloneros durante el fin de semana, han pasado a ser las dos primeras en ser declaradas zonas de especial protección, en las que está prohibida la concentración de personas en el horario de descanso nocturno, de diez de la noche a ocho de la mañana. En vista de que las sanciones por el incumplimiento de la norma oscilan entre los 200 y los 3.000 euros, los bebedores nocturnos han optado por desplazarse en los últimos meses a otras zonas como los jardines de Méndez Núñez, la calle Durán Loriga, la Maestranza y las proximidades de la iglesia de San Pablo.
En Pontevedra, en cambio, el cumplimiento de la normativa es escrupuloso, tal y como refieren vecinos, policía y políticos. Desde su entrada en vigor, la ciudad habilitó en el recinto ferial un botellódromo en el que se tolera el consumo de alcohol. Si el viernes había cerca de doscientos jóvenes, un sábado la cifra se puede multiplicar por diez. Manuel Omil, portavoz del cuerpo municipal, subrayó que los jóvenes cuando son informados de que no se puede consumir alcohol en la vía pública y se les indica la existencia del botellódromo, no ponen ningún inconveniente. Incidió en que también se está llevando un control riguroso de los veinticuatro horas y, por el momento, las posibles sanciones son mínimas. Por su parte, los asiduos del botellódromo reclaman ahora una zona cubierta; el Concello tiene intención de habilitar unos toldos.
Fuente: lavozdegalicia.es
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